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jueves, 21 de marzo de 2013

Ossanha

Gracias a tod@s l@s que conformasteis el itinerario de Sacra Híspalis del final de las vísperas, el final de la cuenta atrás.

 Una tarde maravillosa, desde el punto de vista climatológico, artístico y cofrade. Una tarde, donde cada rincón de la ciudad suspiraba por lo que está por llegar...sin duda, con el aliento impregnado de olor dulzón de la melaza con la que se funden los cirios y con el aroma inconfundible del fruto del árbol del incédere, quemándose en una cuna de plata circundada por ranuras.

 Visión privilegiada la que tuvimos la suerte de gozar, del rostro bendito de la Esperanza, de su Hijo, sagradas carnes Llagadas Cinco veces, ante un Decreto Divino proclamado en nombre de la Santísima Trinidad.    

 Recuerdos recuperados, en torno a la parroquia que aglutina un barrio sencillo y añejo, al que quiso regresar la Madre de Dios y de la Hiniesta, desde unos montes catalanes. Arrobados por la hermosura del rostro de la Virgen que cobijan los bordados de Juan Manuel, bajo un cielo azul Hiniesta. 

Emocionados, ante la semblanza de un Cristo de tez morena que crucifica la tarde antes que muera la luz y que vela, una de las tres Marías que la historia trató injustamente.

 Recuperamos el asombro de las pupilas con la sorpresas húmedas que custodian las pétreas hechuras mudéjares de Santa Marina, que velan por la gran verdad de Cristo y tristeza de los capillitas acérrimos, la Resurrección del Hijo de Dios, en una soñada Aurora, que se hace realidad y tiempo en el entramado de calles que conforman el histórico arrabal del Rey de Francia.  

  Volvimos a la memoria del anochecer del día, en que tres granos de incienso buscan cobijo entre la cera que forma el tiempo de la Pascua. Sí, era verdad la luz que lucía el cielo y era verdad la silueta recortada de la espadaña de las Hijas de la Virgen de los Dolores, era verdad el dibujo perfecto realizado en sillares de piedra, del heraldo de San Marcos con lenguas de bronce. Era verdad que Cristo estaba dormido, que no muerto, en el regazo Inmaculado de su Madre, mientras una Soledad terrible arañaba sus entrañas.

 Traspasamos los umbrales del tiempo y de la historia, para gozar de la visión nada común, que nos ha legado la vida y las manos de maese Pedro, en un alarde de arte y en la compañía siempre eterna desde entonces de las manos de su hija, donde el arte cristalizó en femenino singular.
 Testigos fuimos de excepción de los ojos verdes que miran al Padre, buscando respuestas, pidiendo un milagro, entregando su sangre y su carne sin reservas, en un gesto de Humilde generosidad, que le llevó hasta un patíbulo llamado Cruz, ante la atormentada mirada inundada de la Virgen de las Lágrimas y del Subterráneo.

 La tarde se reclinó en los cerros de la cornisa del Aljarafe, justo cuando sentimos el pellizco de la emoción hecha exclamación...y nuestros ojos, plenos de emociones y sentimientos, envueltos en el halo del arte, se despojaron de todo ante el rotundo Silencio de Cristo y ante la profunda enajenación graba a fuego, en un el rostro quebrado por la Amargura, de la Madre de Dios y nuestra.

 Después de lo vivido ayer, os invito a salir a las calles, al encuentro del Dios hecho hombre que vive en nosotros y que durante siete días y ocho jornadas, pisa las calles de Sevilla derramando su sangre en regueros de claveles rojos desde las naos de oro que conforman sus andas. 

 Salid al encuentro de la primavera, cómplice perfecta de las Angustias y Amarguras de una Madre que no tiene consuelo y que siempre será nuestra única Esperanza.

 ¡Salid a las calles!. ¡Buscad su mirada!. ¡Vibrar  con la fiesta de los sentidos! y no dejéis nunca de rezar ante su Vera Cruz.

¡Sevilla: ¿estas puesta?, que voy a llamar!:
 ¡Al cielo con Ella!   

Irene Gallardo


     

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