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domingo, 14 de octubre de 2012


LA AUSENCIA DE LOS CABALES

Algo les dice que concluye el letargo y la humedad cristalina de este atípico invierno, es posible que con los primeros y tímidos rayos de sol que traiga en sus enaguas la primavera, sean más que nunca, en las azoteas de los recuerdos y de las ausencias. Son las flores del olvido, los humildes jaramagos que nacen por Gallinato, por Cofia y Tentudía, oprimidos entre el adobe de las tejas y los clausurados balcones, recordando los sones del brigada, Rafael artillero, templando una corneta a lomos de un rocín, Pegaso de los sueños. Están a punto de sonar la dos de la tarde en el reloj del alma y en los pulsos del barrio. Otra vez la Salud de Cristo se derramará en las calles buscando tras los visillos lo que queda de San Bernardo, desembocando en las lágrimas salobres del Refugio de María, que trae en sus andas el recuerdo de lo que se nos fue. Una Semana Santa de memoria y presente, de presencias y ausencias.
La ciudad dobla el costal y lo toma bajo el brazo, aun lleva prendido ese olor como en casa, cuando la arpillera de los sacos de café del mercado, se tornaba rubia sumergida en el baño de zinc rebosante de agua y lejía. Camina presurosa a la cita de los cabales, por si pudiese igualar en la trabajadera de los tiempos.

 Están allí reunidos los imprescindibles de una Semana Grande según Sevilla.
 Los hombres han podido transformar los lugares, pero los rincones que habitaron los que hoy son ya leyenda, hablan por sí mismos. “El Colmo”, de tablilla y tiza, sigue esperando a la gente de Vicente Pérez Caro, heredadas de Angelillo, cerca en el “Punto” de los vinos y anisados, las puertas cerradas atesoran la sapiencia maniobrera de los Villanueva, era la gente de la Puerta Osario.

 En Triana el “Tarila”, Manolo Bejarano, reunía  en “Casa Antonio” a su cuadrilla, le observa embelesado el bueno de “Hipólito”, gente forjada con la casta y las hechuras aprendidas por la docta sabiduría de su primo político Alfonso Borrero Pavón y su hermano Jeromo, que organizaba a su gente en la “Casa de la Moneda”, allí con el costal calado, el “Balilla”, sigue diciéndole a su Virgen de las Angustias que  hay que ir  “al Cielo con Ella”. Más allá en “Las Cancelillas”, el feudo de los Ariza, se llenaba  de apuntes en papel de estraza, hilvanando los nombres de aquellos “magníficos” que llevarían los pasos en Semana Santa. Los Rechi, Juan Luis, Antonio y Manolo, organizaban sus cuadrantes en el bar “Iberia”, mientras Rafael Franco reunía a sus “ratones” y “ratas”, entre aromas sanluqueños de manzanilla dorada, dentro de la recordada “Casa Silva”, en la calle Ancha de la Feria. Anotando los nombres de los peones imprescindibles estarán el “Penitente”, Pepe Luque y Javier Fal. Los últimos pateros entrarán en la lista que organiza Manuel Santiago el “poeta del martillo”, siempre amparado por un hombre sincero y lleno de arte, su hermano Gonzalo el conocido “pingüino”.  Y en la Puerta de Triana, ya no quedan ni vestigios de los míticos “Tres Reyes”, quizás, en las noches tibias de primavera y agudizando los sentidos, podremos escuchar la cálida voz del “Moreno”, nombrando a sus costaleros, en presencia de Domingo Rojas, el “Quiqui” y su hijo...


                                Irene Gallardo
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4 comentarios:

  1. Enorme!!! Gracias por dejarnos leer algo tan de verdad.

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    1. Que bonito, huele a Sevilla, y huele a otoño. El color de la imagen de la Catedral es como la de las ramas de los árboles en otoño, dorada, amarilla, marrón.....! Sabe a seco y huele a agua, tiene nostalgia pero contiene esperanza! En definitiva te describe a ti ! Un beso y que la felicidad sea siempre tu inseparable compañera.

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    2. Muchísimas gracias, de corazón. Un abrazo. Gratia et Pax.

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    3. Gracias hermana. Un beso y continúa siguiéndome, vale???.Gratia et Pax.

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