LA
AUSENCIA DE LOS CABALES
Algo les dice que
concluye el letargo y la humedad cristalina de este atípico invierno, es
posible que con los primeros y tímidos rayos de sol que traiga en sus enaguas
la primavera, sean más que nunca, en las azoteas de los recuerdos y de las
ausencias. Son las flores del olvido, los humildes jaramagos que nacen por
Gallinato, por Cofia y Tentudía, oprimidos entre el adobe de las tejas y los clausurados
balcones, recordando los sones del brigada, Rafael artillero, templando una
corneta a lomos de un rocín, Pegaso de los sueños. Están a punto de sonar la
dos de la tarde en el reloj del alma y en los pulsos del barrio. Otra vez la
Salud de Cristo se derramará en las calles buscando tras los visillos lo que
queda de San Bernardo, desembocando en las lágrimas salobres del Refugio de
María, que trae en sus andas el recuerdo de lo que se nos fue. Una Semana Santa
de memoria y presente, de presencias y ausencias.
La
ciudad dobla el costal y lo toma bajo el brazo, aun lleva prendido ese olor
como en casa, cuando la arpillera de los sacos de café del mercado, se tornaba
rubia sumergida en el baño de zinc rebosante de agua y lejía. Camina presurosa a
la cita de los cabales, por si pudiese igualar en la trabajadera de los
tiempos.
Están
allí reunidos los imprescindibles de una Semana Grande según Sevilla.
Los hombres han podido
transformar los lugares, pero los rincones que habitaron los que hoy son ya
leyenda, hablan por sí mismos. “El Colmo”, de tablilla y tiza, sigue esperando a
la gente de Vicente Pérez Caro, heredadas de Angelillo, cerca en el “Punto” de
los vinos y anisados, las puertas cerradas atesoran la sapiencia maniobrera de
los Villanueva, era la gente de la Puerta Osario.
En Triana el “Tarila”,
Manolo Bejarano, reunía en “Casa
Antonio” a su cuadrilla, le observa embelesado el bueno de “Hipólito”, gente
forjada con la casta y las hechuras aprendidas por la docta sabiduría de su primo
político Alfonso Borrero Pavón y su hermano Jeromo, que organizaba a su gente
en la “Casa de la Moneda”, allí con el costal calado, el “Balilla”, sigue
diciéndole a su Virgen de las Angustias que
hay que ir “al Cielo con Ella”.
Más allá en “Las Cancelillas”, el feudo de los Ariza, se llenaba de apuntes en papel de estraza, hilvanando
los nombres de aquellos “magníficos” que llevarían los pasos en Semana Santa.
Los Rechi, Juan Luis, Antonio y Manolo, organizaban sus cuadrantes en el bar
“Iberia”, mientras Rafael Franco reunía a sus “ratones” y “ratas”, entre aromas
sanluqueños de manzanilla dorada, dentro de la recordada “Casa Silva”, en la
calle Ancha de la Feria. Anotando los nombres de los peones imprescindibles
estarán el “Penitente”, Pepe Luque y Javier Fal. Los últimos pateros entrarán
en la lista que organiza Manuel Santiago el “poeta del martillo”, siempre
amparado por un hombre sincero y lleno de arte, su hermano Gonzalo el conocido
“pingüino”. Y en la Puerta de Triana, ya
no quedan ni vestigios de los míticos “Tres Reyes”, quizás, en las noches
tibias de primavera y agudizando los sentidos, podremos escuchar la cálida voz
del “Moreno”, nombrando a sus costaleros, en presencia de Domingo Rojas, el
“Quiqui” y su hijo...
Irene Gallardo
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Enorme!!! Gracias por dejarnos leer algo tan de verdad.
ResponderEliminarQue bonito, huele a Sevilla, y huele a otoño. El color de la imagen de la Catedral es como la de las ramas de los árboles en otoño, dorada, amarilla, marrón.....! Sabe a seco y huele a agua, tiene nostalgia pero contiene esperanza! En definitiva te describe a ti ! Un beso y que la felicidad sea siempre tu inseparable compañera.
EliminarMuchísimas gracias, de corazón. Un abrazo. Gratia et Pax.
EliminarGracias hermana. Un beso y continúa siguiéndome, vale???.Gratia et Pax.
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