ROCÍO, SIEMPRE ROCÍO
Una
mañana radiante se despierta en este Mayo, se ha adelantado al reloj y a los
viejos calendarios.
Hay
barrios despabilados y bulliciosa alegría, que corre como un riachuelo desde el
Cerro hasta Triana, desde el Sur de la ciudad hasta el mismo Salvador,
eclosionando en San Gil.
Las
siete de la mañana, huele a fresca amanecida, a café de pucherete, al carburo
de los carros, a romero y a tomillo, a la juncia y al lentisco y al almidón de
las batas.
Están
sonando cohetes que ajan el cielo eterno, convocando a la alegría que se
derrama en las calles.
Azul
limpio en las alturas y verde en el corazón.
Ya
se prepara Sevilla para decirles adiós a los que cogen su atillo con la vara de
acebuche rematada por la mata de floreciente romero, o a los más que
afortunados que llevan una carriola y pasean en charré, a los que lo harán
andando y arrimados a los costeros del cajón de la carreta, que lleva el
Simpecado.
Sobre
el pecho luce orgullosa la medalla rociera, con el cordón del color de la cinta
del sombrero.
Verde
para Triana, blanca y verde para Sevilla, albero y verde para la Macarena, roja
y verde para Sevilla Sur y oro y verde en el Cerro.
Cinco
suspiro de plata que se marchan buscando los terrones y los bancales de arena
de la Raya Grande, las tablas que crujen del Puente del Ajolí, las aguas mansas
del Jordán andaluz, el Quema de los bautizos y de las Salves, las chumberas y
cigüeñas del Palacio, cinco carretas del alma que sirven de baldaquino, a la
representación pictórica de la Madre de Dios y del Rocío, en un alarde de
religiosidad popular, nacida al sur del sur y que no conoce fronteras.
Sobre
el cajón, a la verita del bendito Simpecado, cientos de velas de promesas que
los fieles que no hacen el camino, depositan al partir las Hermandades, que se
prenderán en la pará de la noche, cuando se elevan los cantos a la Señora de
las Marismas, que nació en el Reino de Sevilla, bajo un acebuche Manriqueño y
que nos recibe en ese Sábado de la Gloria, víspera de Pentecostés, a las
puertas de su Ermita.
Ya crujen los ejes de las ruedas en las carretas de
plata.
Crujen los frontiles de los bueyes,
con el andar
cansino que el carretero manda.
Crujen las guardamalletas y las columnillas.
Cruje el cajón y crujen las varas de los cohetes.
Crujen las gargantas rotas en los vivas.
Crujen las retamas que pisan los peregrinos.
Crujen las
maderas del tamboril y el aire de la gaita.
Crujen en el
alma las presencias de las ausencias.
Crujen las
mejillas que las lágrimas bañan.
Y crujen los
sentimientos en la calle Las Carretas,
porque es que
cruje la vida y las promesas cumplidas,
cuando me acerco a
tus plantas
suplicando tu perdón, rogando tu bendición.
Devoción del rociero
Madre de Dios y nuestra
Señora de las Marismas,
promesa de los romeros
Blanca Paloma
del Cielo
y Rocío de mis anhelos.
Irene Gallardo
Pregón de las Glorias de María
Catedral de Sta María de la Asunción y de la Sede
Sevilla 3 de Mayo de 2008
Siempre extasiado por la belleza de sus palabras, retratando cada momento de la vida sevillana, con el detalle y el pellizco que solo una amante de lo suyo sabe y puede hacerlo....Enhorabuena
ResponderEliminarGracias, desde el corazón, gracias por tener la amabilidad de leer lo escrito.
ResponderEliminarUn abrazo grande. Gratia et Pax.