Sacra Híspalis
Crónica y reportaje fotográfico itinerario
Liturgia de celosías (I). El Adviento
Viernes 12 de Diciembre de 2014
Iniciamos el itinerario en el monasterio de Santa María de Jesús, donde las hermanas pobres de Santa Clara (Clarisas), constituyen la Segunda Orden Franciscana, o lo que es lo mismo, el franciscanismo femenino.
Cabe recordar que en el monasterio de Santa María de Jesús hay una tienda donde podemos comprar dulces de convento con los que además de disfrutar de estos sabores, podemos ayudar a las hermanas.
Sor Lucía, nos abrió las puertas del convento y nos dio acceso a la iglesia. La iglesia es de planta rectangular, con una sola nave, a la que accedemos por el lado del Evangelio. Posee diversos retablos adosados a los lienzos de pared. La nave queda delimitada en tramos por tres arcos fajones. A los pies de la iglesia se encuentran los coros alto y bajo.
La portada principal de 1590 es de estilo manierista, obra de Juan de Oviedo y Alonso de Vandelvira.
El Retablo Mayor, es de finales del siglo XVII, obra de Cristóbal de Guadix. La imaginería es obra de Pedro Roldán, a excepción de la Virgen titular del convento que preside la hornacina del retablo, que es obra de sus hijas Luisa e Ignacia.
Una vez en el interior de la nave y situados en la zona donde se encuentran los bancos ocupados por las hermanas, Irene Gallardo pasó a contarnos la historia de la Orden Franciscana femenina. Nos contó que el Domingo de Ramos de 1212, Francisco de Asís consagraba al Señor la vida de Clara Favarone, admitiéndola a su Orden. En 1241 los sarracenos atacaron la ciudad de Asís. Cuando se acercaban a atacar el convento que está en la falda de la loma, en el exterior de las murallas de Asís, las monjas se fueron a rezar muy asustadas y Santa Clara que era muy devota al Santísimo Sacramento, tomó en sus manos la custodia con la hostia consagrada y se enfrentó a los atacantes. Ellos experimentaron en ese momento una terrible oleada de terror que los hizo huir despavoridos.
Las clarisas son, hoy día, las monjas contemplativas más numerosas en España y en todo el mundo. El convento fue fundado por don Álvaro de Portugal, primo de Isabel la Católica, que recibió para ello la bula correspondiente del papa Alejandro VI, de infausto recuerdo.
En verano de 1765, durante una tormenta, un rayo alcanza el área de los dormitorios e inicia un incendio que dura cuatro días. Los cuantiosos daños pudieron ser reparados, gracias a la generosidad de la nobleza local, en tan solo un año. En el siglo siguiente, la comunidad resistió, a duras penas, un nuevo incendio y la desamortización.
En 1996, dicho convento acoge a las monjas que quedaban en el monasterio de Santa Clara, ya que a partir de ese año el convento de Santa Clara pasó a ser propiedad municipal.
Salimos camino del Real Monasterio de San Leandro donde tiene su sede la Comunidad de religiosas agustinas, cuya fundación fue debida a nuestro santo rey Fernando III (1248-1252).
La comunidad agustina está establecida en la plaza de San Leandro desde 1369 por concesión de D. Pedro I de Castilla. Siguiendo el antiguo principio del monacato Ora et labora, sirven a la Iglesia y a la sociedad.
Desde el siglo XIII a nuestros días, esta Comunidad de religiosas contemplativas de San Leandro, ha sido partícipe de la historia de nuestra ciudad. Historia, que ha dado a Sevilla un importantísimo patrimonio histórico, artístico y literario.
La iglesia y el coro bajo han sido iluminados recientemente, gracias a la Fundación Sevillana Endesa. Se ha iluminado uno de los mejores patrimonios de la ciudad, beneficiando no sólo al monasterio, sino también a la propia ciudad de Sevilla. Grandes maestros del arte del Renacimiento y del Barroco dejaron su impronta en este monasterio. Primeras figuras como Juan Bautista Vázquez, Diego de Velasco y Jerónimo Hernández, Martínez Montañés, Pedro Roldán y su hija Luisa, La Roldana, Francisco de Ocampo, Duque Cornejo, autor del retablo mayor y otros, configuraron este patrimonio. Y, entre todo este enorme patrimonio, están los dos mejores retablos de los santos Juan, Bautista y Evangelista, salidos de las propias manos del dios de la madera, el maestro Juan Martínez Montañés, el hombre del que se dice que habló con Dios.
Pero no sólo es arte lo que se contempla. También por aquí pasaron importantes religiosas, que dentro del claustro escribieron santos ejemplos para nuestra historia de Sevilla. Así, por citar alguno, entre los siglos XVI y XVII, destaca sor Valentina Pinelo, miembro de la Casa de los Pinelos. Poetisa lírica conocida por uno de los grandes autores del Siglo de Oro de las Letras, Lope de Vega, que la denomina “La Cuarta Gracia, que en verso o en prosa escribe”. Los documentos la describen como mujer de rebosante mística, conocedora de las Sagradas Escrituras, de San Agustín y de los Santos Padres de la Iglesia. Una importante mujer de la época.
Y es que, sin duda alguna, la contemplación es fuente de sabiduría. Indianos que se encomendaban a la Virgen de las Virtudes, antigua imagen de esta iglesia, para que les ayudara en sus empresas. Religiosas que pedían su intercesión, y otros relatos, como consta en documentos del archivo de este monasterio, nos hablan de otro gran patrimonio literario.
Se trata de una capilla de planta cuadrada ornamentada con pinturas al fresco fechadas hacia la mitad del siglo XVIII que evocan a las de Juan de Espinal. La Capilla Mayor está cubierta por un artesonado de base octogonal y lacería, presidido por un Retablo diseñado por el arquitecto Vermondo Resta en el año 1599, fue ejecutado por Andrés de Ocampo, con reformas posteriores en la segunda mitad del siglo XVIII, cuando se instaló el lienzo de Santiago Matamoros del siglo XVI, obra de Mateo Pérez de Alesio. En una reforma posterior el lienzo fue sustituido por la imagen de la Virgen del Rocío, titular de la hermandad del Beso de Judas.
En esta iglesia se encuentra, entre otras, la imagen de la Virgen de la Esperanza, escultura del circulo o taller de Roque Balduque, siglo XVI. Se trata de una talla completa, incluidas sus ropas que, fueron devastadas para ser vestida, de acuerdo con los gustos del XVIII. El Niño Jesús se representa mirando a hacia su Madre en actitud de entregar un pequeño objeto que lleva en su mano derecha y que se asemeja a un fruto.
La Virgen está tocada con una hermosa presea de plata, portando en su mano derecha una especie de cáliz que remata un ancla, símbolo de su advocación. A sus pies se dispone una media luna de plata al igual que la ráfaga que desapareció antes de la fusión que se produjo con la Hermandad Sacramental de Santiago y la Hermandad de la Redención en 1983.La Virgen de la Esperanza de Santiago, fue en un principio titular de la Hermandad de Ánimas que tenía residencia canónica en dicho templo. Esta Hdad. de Ntra. Sra. de la Esperanza organizaba rosarios públicos muy arraigados en la collación.
Gracias a Sor Lucia, clarisa franciscana del Monasterio de Santa María de Jesús, D. Carlos Martínez, Capellán de las Madres Agustinas, del Monasterio de San Leandro que nos acompañó y nos habló de la Orden y del Monasterio, Dña. Angelita Yruela, capillera y hermana de la Hdad. de la Redención que nos abrió la iglesia de Santiago, al Hno. Mayor de la Hdad. De la Redención, José Antonio Moncayo y al secretario Fco. Javier Giménez así como al promotor Sacramental D. Joaquín Amador.
Gracias a Irene Gallardo por tan interesante itinerario.
Galeria: https://www.dropbox.com/sh/g1t542g86idjdc5/AAA6jVAbS2kN_Vh0yFqzljSTa?dl=0
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