Gat Shmanim
Todo recuerda a Cristo en esa tierra que Él santificó con su existencia. Esa Jerusalem nombrada en hebreo antiguo como Shalom Yeru, “Casa de la Paz”, tierra de David, de Salomón y de Moises, ambición de Pompeyo, obsesión de Tito, sueño de Adriano y su “Aelia Capitolina”.
Y en la otra Jerusalem, la de Occidente, ésta Híspalis que por Gracia de Dios tiene su cuna “asentada en puntales de madera”, como transcribió San Isidoro, recuerda a Cristo en cada plaza, en cada esquina, en cada azulejo, en cada casa.
Y le recuerda en la Ultima Cena saliendo al encuentro del sol de mediodía allá por San Pedro.
Y le recuerda flagelado, doblando Arfe y buscando la esquina de Laraña.
Y le recuerda llorando lágrimas de amragura en la ventana de San Esteban.
Y le recuerda ajusticiado en la calle Ancha de la Feria, vilipendiado en San Lorenzo y sentenciado en el Arco.
Y le recuerda entregado y humillado en Santiago y en Orfila, bajo la frondosidad verdosa de los olivos del huerto.
Y le recuerda angustiado, triste y terriblemente sólo, sobre la naos de oro que se mece acompasada, bajo la sombra de un viejo acebuche por la Correduría, empapando con su sangre bendita las calles de su barrio, con las manos abiertas buscando una respuesta.
Con la mirada ausente, anhelando los sueños de niño adolescente, entre aserrín y formón, entre lumbres y pucheros.
Abre Señor esas manos que tantas angustias guardan,
deja que te enjugue el rostro con los jirones del alma
que las gotas de Tu sangre como cuentas de Rosario,
van señalando el camino que te devuelve a Tu casa.
La ciudad sale a Tu encuentro en un Jueves de Sagrarios
con blonda negra tocada y asiendo fuerte un Rosario.
Antes que la luna herrera destrone a la luz del día,
la calle Feria te sigue como de tiempos hacía.
Señor de manos abiertas,
bendícenos con Tus ojos que a los cielos clavas altos,
levanta de Tus rodillas,
que está esperando Tu gente
esa zancada valiente
por las calles de Sevilla.
Señor de manos abiertas,
cuando la tarde es historia y en papel sepia se escribe,
el Jueves Santo reclina
su talle en la calle Feria,
y en los postigos del tiempo
acunando el dulce encuentro,
se derrama ante Tu rostro
Señor Orando en el Huerto
Señor de manos abiertas,
devoción de barrio antiguo, de candinga, de mercado,
de corrales de vecinos
y de añejos comerciantes.
Señor de la calle Feria
y Sangre del Jueves Santo,
penas, angustias, quebrantos,
miedo, dolor y pasión
Señor Orando en el Huerto, mi Señor de Monte-Sión.
A mi amigo Rafael Buzón
Hno. Mayor de Monte-Sión y excelente persona.
Irene Gallardo
¡¡QUE BONITO IRENE,ME HAS EMOCIONANDO Y MÁS AÚN CON LA GRAN DEDICATORIA QUE LE HACES A MI GRAN AMIGO RAFAEL QUE TAN BUENA Y BELLA PERSONA ES,MUCHAS GRACIAS Y UN ABRAZO
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