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domingo, 13 de abril de 2014


MEMENTO HOMO
(Domingo de Ramos)

El nazareno presentía que éste era un Domingo de Ramos distinto.

        Se lo advirtió el frío de las noches pasadas y el brillo indolente de la luna, siempre sabia  y alta.
Pero no quiso escuchar, aunque sabía lo que le estaban contando.
Le temblaban las manos al ceñirse el esparto y ésta vez no era por la inquietud de la Estación de Penitencia, sino porque el dolor tiene mil nombres y mil caras.

      El nazareno había cumplido con todo el ritual antes de pisar las calles, lo último, un beso de adiós al retrato de su amor, ese amor que le dejó el corazón maltrecho cuando un día, la sonrisa esbozada y ligera de equipaje, partió para habitar los Cielos en esas nubes de las que parece estar hecho por dentro, éste primo lejano de Platero, el que alza contento al Salvador del mundo, el Domingo de Ramos por Sevilla, rodeado de alborotos infantiles.

       El otro Amor del nazareno, al que pronto presentaría su papeleta de sitio en el último tramo de parejas nombradas, le esperaba en la penumbra del Templo, con la carne llagada y la amargura en los labios, con la sangre  derramada y emanando amor en derredor.

        Y la tarde se hizo en el día de las Palmas y hubo alegría infantil en la Campana y Zaqueo se volvió para hacer un guiño al Giraldillo…azul estaba la tarde de globos y caramelos.

         El ocaso de ésta Dominica grande, ha llenado de luto a la ciudad.
Recorre las calles el lamento de la muerte de Cristo, lo han traído entre sus túnicas, esos hermanos que visten el color de la pena y que toman en sus manos las candelas del color de las tinieblas.

        Crujen las carnes de Dios bajo las trabajaderas y  duele el frío de la noche de regreso al Salvador.
El nazareno recuerda, al final de Chapineros, como eran esos años de la túnica impoluta que su madre almidonaba, tan blanca como el alma de los niños, esa túnica que uno no quiere quitarse nunca, porque de los niños, dicen las Escrituras, que es el Reino de los Cielos.

       Se han derramado las últimas gotas de cera sobre las manos del nazareno, se ha marchitado el recuerdo y en  los charcos de la calle,  una verdad de ruan  se hace realidad y tiempo.
Y la penumbra del Templo, abrazando a Cristo muerto, ha puesto final al día que comenzaba risueño.

           El nazareno le reza al Amor Crucificado, con la premura del tiempo y la angustia de los años.

La media noche llegaba a los relojes del alma.

MEMENTO, HOMINE, QUIA PULVIS ES ET IN PULVEREM REVERTERIS

A la memoria de José Luis Blanco
Nazareno del Amor

©Irene Gallardo


2 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Gracias Rosa, de corazón. Esto es lo mejor de escribir, que lo que escribes lo lean con el mismo sentimiento con el que fue escrito. Un beso, amiga. Paz y Bien.

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